La Dialéctica de Gramsci.
Gonzalo Ossandón Véliz.
Hay que destruir el prejuicio, muy difundido, de que la filosofía es algo muy difícil por el hecho de que es la actividad intelectual propia de determinada categoría de científicos especialistas o filósofos profesionales y sistemáticos.[1]
- TODXS SON FILOSOFXS:
Con esta escueta frase: “todos los hombres son filósofos”, Antonio Gramsci cuestiona los paradigmas filosóficos planteados hasta ese momento y a la vez mundaniza la celestial práctica política, otorgando así tan honorífica membrecía tanto a fulana como a sultano. En una frase, todxs, si a nuestra propia existencia se refiere, somos filósofxs. O sea, podemos asumir, de un modo consciente una determinada concepción del mundo que nos permite vivir la vida que vivimos. Se une así, el pensamiento común con el pensamiento elaborado en las distintas épocas, en un vínculo que no admite cortes. Siendo el pensamiento común no consciente, en parte consecuencia de las elaboraciones conscientes de los filósofos profesionales y viceversa.
Así, los dilemas derivados del conocer, pensar y dudar no serían exclusividad de la actividad propia de singulares intelectuales, sino más bien una creación colectiva e histórica, y su importancia radicaría precisamente en la relación existente entre estos intelectuales y los “hombres y mujeres-masa” que producen su realidad de acuerdo con lo que histórica y socialmente se le ha condicionado congruentemente con una determinada hegemonía.
Luego nuestro modo de pensar y de obrar, sea consciente o no lo sea, constituye nuestra moral y orienta todas nuestras actividades cotidianas, desde aquellas que nominamos como económicas, filosóficas, políticas e incluso aquellas que consideramos superficiales e irrelevantes, y es en ellas donde producimos colectivamente la historia social de nuestra realidad concreta.
Constituimos así, una filosofía espontánea que emana de nuestro quehacer cotidiano inmediato de la vida que consideramos como práctica y de aquel conjunto de nociones y conceptos que contienen las ideas que expresamos a través del lenguaje, nuestro sistema de creencias y opiniones, etc., que se vierte, según Gramsci en el sentido común.
Destruido este prejuicio tan difundido, Gramsci nos propone pasar al momento de la crítica con lo que respecta a nuestra propia manera de concebir el mundo, preguntándonos qué tanto ella ha sido producto de nuestra propia y consciente elaboración. Cabe destacar, la estrategia escritural con la que formula esta invitación. Se trata de una pregunta en la que las dos opciones nos interpelan, pues no da lo mismo cual se elija:
Una vez se ha demostrado que todos son filósofos, aunque sea a su manera, inconscientemente, porque incluso en el lenguaje, esa manifestación mínima de actividad intelectual, se halla contenida una determinada concepción del mundo, se pasa al segundo momento, el momento de la crítica y de la conciencia, es decir, a la siguiente cuestión: ¿Es preferible “pensar” sin tener conciencia crítica, de forma disgregada y ocasional, es decir, “participar” en una concepción del mundo “impuesta” mecánicamente por el ambiente externo (…) ¿O es preferible elaborar la propia concepción del mundo consciente y críticamente y, por tanto, en conexión con semejante esfuerzo del propio cerebro, elegir la propia esfera de actividad, participar activamente en la producción de la historia del mundo, ser guía de nosotros mismos y dejar de aceptar pasiva y supinamente desde el exterior la huella que queda sobre nuestra personalidad?[2]
Esta decisión personal y voluntaria qué significan estos actos, es lo que nos convierte en guía de nosotrxs mismxs. Dejando ya de ser orientados enajenadamente por una concepción del mundo foránea que modela nuestro vivir según un determinado fin, y que curiosamente solemos desconocer.
Adoptar una actitud crítica con respecto a nuestra propia realidad, nos posibilita adquirir consciencia de lo que se es y de nuestra historicidad y por ende también comprender de mejor modo el instante del desarrollo social en el que vivimos.
Hacer visibles las huellas que las ideologías dominantes han dejado en nosotrxs, y por lo tanto también, poner en cuestión a todas las filosofías que hasta ahora han existido, considerando que éstas se han consolidado calcificándose en la conciencia común colectiva. Es por esto por lo que, el inicio de una elaboración crítica consiste en un “conócete a ti mismo” que hace explícita la necesidad de hacer un inventario de las ideas recibidas, reconocer que nuestra personalidad es producto de una serie de relaciones sociales, económicas, históricas, políticas, filosóficas y culturales. Y que somos a la vez productores y resultado del pensamiento común de nuestra época.
Esta elaboración crítica resulta decisiva para Gramsci, ya que permite develar la relación dialéctica entre la filosofía, la política y la historia, como también entre la teoría y la práctica. Pero además también, sus afirmaciones buscan aludir a la necesidad de establecer un nexo entre lxs filósofxs y la praxis cotidiana de las personas, estableciendo un vínculo concreto, social e histórico entre teoría y práctica.
Cabe enfatizar, qué al ser este nexo dialéctico, ambos términos (intelectuales/praxis cotidiana de las personas) se van mutuamente alterando y cambiando en la medida en cómo se relacionan en una situación histórica concreta. Es por esto también, que al trazar una línea continua que va desde la espontaneidad del sentido común al pensamiento más elaborado de unx filósofx, habilita la oportunidad de que como formación personal cualquier individux pueda acceder a intervenir en las grandes problemáticas que nos aquejan como humanidad.
A su vez, sus planteamientos consideran los obstáculos existentes que impiden que cualquier persona acceda al nivel más elevado de la teoría de su época, que radica en la importancia que se le asigna en las sociedades modernas a la conformación de las élites en la producción del conocimiento.
Nos invita pues a problematizar en torno a aquello, lo que nos lleva a la crítica de todas las concepciones del mundo a las que adscribimos inconscientemente. El cuestionamiento a estas concepciones del mundo permite visualizar cómo las ideologías que se conforman en culturas políticas pretenden ser hegemónicas y resultan ser propias de ciertos agrupamientos sociales:
Merced a la propia concepción del mundo se pertenece siempre a un determinado agrupamiento, y precisamente al de todos los elementos sociales que comparten un mismo modo de pensar y actuar. Se es conformista de cierto conformismo, se es siempre hombres-masa u hombres-colectivos. La cuestión es esta: ¿de qué tipo histórico es el conformismo o el hombre-masa del que se forma parte? Cuando la concepción del mundo no es crítica y coherente sino ocasional y disgregada, se pertenece simultáneamente a una multiplicidad de hombres-masa, la personalidad propia se compone de forma extraña (…)[3]
Cabe destacar de la cita anterior, la distinción realizada por el sardo entre “hombres-masa u hombres-colectivos”, parecen no ser lo mismo, o se es masa de cierto conformismo o se es colectividad consciente y crítica de cierto conformismo. Así el pensar colectivo puede comportarse, disgregado y ocasional, alienado de las realidades concretas y sumiso a los intereses de ciertos agrupamientos sociales hegemónicos. O bien, lo que Gramsci nos propone como alternativa de salida ante la sumisión:
Criticar la propia concepción del mundo significa, pues, hacerla unitaria y coherente y elevarla hasta el punto al que ha llegado el pensamiento mundial más avanzado. Significa también, por tanto, criticar toda la filosofía que ha existido hasta ahora, en la medida en que esta ha dejado estratificaciones consolidadas en la filosofía popular.[4]
Es por ello que, la concepción del mundo de la cual somos parte, estará siempre compuesta de elementos sociales e históricos que nos agrupan y nos tienden a producir cultura y sentido común. Pese a que se nos presente a la individualidad como antagonía de la colectividad, el primer elemento en su propia existencia necesita contagiarse del segundo para poder existir.
Esta propuesta del sardo nos impulsa a asumir y elaborar nuestra propia concepción del mundo, nos exhorta a adoptar una decisión consciente y hacerla propia, escogiendo nuestra propia esfera de actividad y participando desde ahí en la elaboración de la historia del mundo, haciendo de la propia biografía, historia. Lo que nos lleva como consecuencia a pasar de la voluntad individual que somos, a integrarnos en voluntad colectiva consciente, y pasar de una revisión crítica individual de nuestra concepción del mundo a, una revisión crítica colectiva. De esta manera, la pregunta que Gramsci hace, y que hemos citado más arriba, está ahora dirigida a un organismo colectivo.
[1] Gramsci, A. Cuadernos de la Cárcel. Segundo volumen, Cuadernos 6-11 (1930-1935). Ediciones AKAL, Madrid, 2023. (Traducción y notas de Antonio J. Antón Fernández. Introducciones e itinerarios de lectura a cargo de Anxo Garrido). Q n°11. pp.630.
[2] Op. Cit.
[3] Op. Cit. pp. 630-631.
[4] Op. Cit. pp. 631.