Este 4 de julio de 2022 la convención constitucional, órgano único en nuestra historia como república independiente, órgano por los demás conformado de manera indita de la forma más democrática que hemos conocido, en donde se reflejan prácticamente todos los sectores de la sociedad, ha hecho entrega de la propuesta de la nueva constitución. Este documento pretende ser el pilar fundamental de un nuevo Chile, de un nuevo momento de la lucha política.
Sé que para muchos se trata de otro pacto más con la clase explotadora, una mera reforma, un maquillaje del sistema capitalista que, de una forma u otra nos seguirá enajenando y explotando, y creo que tienen mucha razón, pero siempre me vuelve la pregunta ¿y entonces qué?, recuerdo aquella frase de la ideología alemana: “Feuerbach aspira, pues, como los demás teóricos, a crear una conciencia exacta acerca de un hecho existente, mientras que lo que al verdadero comunista le importa es derrocar lo que existe”.
Pienso que el cambio constitucional como norma suprema que es a la vez político y jurídico, que instaura el orden y la manera en que el Estado producirá su propio derecho, es un cambio significativo para el devenir de nuestro país.
Estamos sin duda en una crisis, una más, una tensión de lo que Gramsci denominó como el bloque histórico, esa sintética e interdependiente relación entre la estructura y la superestructura. Momento además en que los hombres se hacen consiente de su posición y luchan. Pienso que la principal tensión, esa que es posible de realizar, de llevar adelante los cambios no está entre los explotados y los explotadores o entre el pueblo y los grandes. La tensión está entre los capitalistas, pues estamos en ese momento en que los capitalistas se expropian entre ellos, en un momento de capitalismo avanzado postfordista o neoliberal en que se enfrentan los capitalistas de viejo cuño, aferrados a las antiguas formas de producción y los capitalistas tecnológicos que, de manera lenta pero constante se introducen como nueva clase dirigente. Marx dice:
“La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a tal punto que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta se rompe. Le llega la hora a la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados”.
Podríamos pensar que incluso son hegemónicos sin ser dirigentes. Piénsese en todas las industrias tecnológicas que gozan de tanta popularidad, que causan admiración en la población por las mejoras en la calidad de vida que aparejan sus negocios, en la eliminación cada vez más de trabajos indignos a través de la inteligencia artificial y la robótica, etc. Gozan de una legitimación, pero no controlan aun la legitimidad legal, no producen derecho.
La nueva constitución no solo es un instrumento que permite un ambiente democrático que haga posible la lucha política. De lo contrario lo que tendríamos seria solo un retroceso conservador, una vuelta al orden que la historia siempre nos recuerda. Creo que también es un instrumento que permite que esta tensión entre los capitalistas, esta lucha hegemónica por el poder, se resuelva a favor de estos nuevos amos, estos capitalistas tecnológicos que al hacerse con el control de los medios de producción, de una nueva forma de producir, traerá nuevas relaciones de producción, que lo sé, no serán revolucionarias ni emancipadoras, pero sin duda serán nuevas, quizá un poco más dignas, quizá nos espera un poco de mejores condiciones de vida, condiciones de vida que cambian a su vez el sentido común. Piénsese por ejemplo en un cambio de la matriz productiva de empresas contaminantes como una fundición y su reemplazo por una industria tecnológica. Al pasar de obreros de la minería a obreros de la industria tecnológica superaremos esa visión por la cual consideramos una zona de sacrificio como algo tolerable en nuestra vida, transitando a un buen sentido que permita no solo el cuidado del medio ambiente y una vida un poco más digna, sino también un paso más en pensar que la explotación capitalista no es algo natural, sino que siempre es posible transformarla con nuestra voluntad. Un paso más en la inexorable negación de la negación.